La cartografía nace de una necesidad del
hombre que le lleva a plasmar la realidad, del entorno en el que mora y por el
cual se desplaza. Desde la observación
paciente de la repetición de sucesos, que nos remontan al Paleolítico, ya se
tiene constancia de los primeros esbozos, que muestran la intención de recordar
ubicaciones e itinerarios. Si bien es cierto, que existen representaciones
gráficas que datan de miles de años antes de nuestra era, lo que entendemos por
cartografía, es la representación en diversos soportes de la totalidad o partes
de la tierra o del universo, conformando mapas, cartas o planos. Podemos citar
como uno de los mapas más antiguos que se tiene constancia, una tablilla de
arcilla, que representa a escala, la antigua ciudad de Mesopotamia de Nippur y
data de unos 1500 años antes de Cristo.
El
concepto de distancia al elaborar los mapas era muy importante y se regían por
valores como, los días de navegación, de viaje, recorridos etc, dando lugar a
la expansión de disciplinas como las matemáticas, la astronomía, física,
geografía etc. Al principio fueron unos mapas precarios, con visión de una
tierra plana, dando paso a una concepción esférica intuida por Aristóteles
(384-322 a.C.),
apoyándose en la teoría de Parménides (514-450 a.C.). Eratóstenes de
Carene (276-195 a.C.)
calculó el diámetro y la circunferencia de la Tierra. Marino de Tiro inventó el sistema de
localización en la Tierra
por medio de los meridianos (el 0º lo situó en las Islas Afortunadas, hoy
Canarias) y paralelos, cuyo origen localizó en Rodas, situado a 36º N. Con
Claudio Ptolomeo de Alejandría (90-160 d.C.), se da un paso muy
importante en el mundo de la cartografía, culminando sus conocimientos
geográficos con el primer atlas del mundo conocido. Nació en el Alto Egipto
entre el año 85-100 de nuestra era, sabio astrónomo, matemático y geógrafo,
vivió en Alejandría durante el reinado de Marco Aurelio, Falleció en Alejandría
hacia el año 175, siendo director de la gran Biblioteca. Allí pudo desarrollar
sus estudios en astronomía, geografía, matemáticas, física y música. Son
importantes sus obras en astronomía como el gran tratado “Almagesto” y en
geografía en la obra “Registro de ciudades”, que contiene un catálogo de
las ciudades del mundo localizadas mediante latitud y longitud, recogida en su
obra “Geographia".
La cartografía y su
historia es tan amplia como lo que se pretendía abarcar, floreciendo a lo largo
del los siglos cartógrafos y escuelas de cartografía, que han dejado bellísimos
e importantes testimonios, de los que se han nutrido numerosos navegantes y
exploradores, para emprender y culminar sus sueños y hazañas.
Nos adentramos en la
Edad Media y observamos que está ausente el
interés rigurosamente científico, que caracterizaba a la era clásica.
Predominaba el carácter religioso, simbólico y así se plasmaba en todo, fruto
de la represión religiosa que consideraba pagano, todo conocimiento que no se
ajustaba a los cánones. Así fue como permanecieron dormidos y arrinconados en
los scriptorium de los monasterios, muchos tratados, escritos y material
cartográfico. Por esta razón, en la Alta
Edad Media, comprobamos una explosión de cartografía, si bien
de indudable valor artístico, pero de ningún interés científico y llena de
ingenuidad. En la biblioteca de Albi, en Languedoc, Francia existe un mapamundi
fechado en el año 750 D.C. Está encuadernado en un manuscrito del siglo VIII,
mide 29 x 23 cm,
de origen merovingio. Su contenido pone de manifiesto la ingenuidad a la que
aludíamos antes, representando un mero esbozo distorsionado de Judea apareciendo en el sur del
Mediterráneo, Antioquia al
sureste de Jerusalén, Creta hacia el norte de Chipre, Cerdeña, al norte de
Córcega, y el Ganges en el sur de África. Los mapas de esta época, están hechos
en pergamino y repletos de símbolos para hacer comprensibles los contenidos ya
que la mayoría no sabía leer ni escribir. Aparecen los típicos mapas en “T” y
“O·”, llamados "Orbis Terrarum" representando en el primero a los
tres ríos de paraíso terrenal y a los tres continentes conocidos, Europa, Asia
y África, al segundo en “O” por la circunferencia de la Tierra, son los llamados
diagramas Isidorianos, inscribiéndose en las Etimologías de Isidoro de Sevilla (560-636)
y sirviendo de inspiración a los mapamundi recogidos en los códices Beatos.
Estos códices deben su nombre al Beato de Liébana, un monje que vivió en el
siglo VIII en el valle cántabro de Liébana.
En la baja Edad Media, se han
constituido los reinos y es el auge del comercio de mercancías, toman
protagonismo los “mapamundi” repletos de esquemas, anotaciones y significado. A
finales del siglo XIII irrumpió una nueva cartografía, auspiciada por el uso de
la brújula, desarrollando unas cartas náuticas, basadas en cálculos muy
precisos. Estas cartas náuticas, son las llamadas Portulanas o mapas Portulanos
y describen las rutas marítimas, las costas y sus relieves, así como mareas,
vientos, la toponimia, la orientación y trazado de los rumbos. Las primeras cartas Portulanas
aparecen en Génova, Venecia y Palma de Mallorca. Durante el siglo XIV hay dos
tipos de cartas Portulanas, uno sobrio desarrollado por las escuelas
cartográficas italianas y otro más esmerado e ilustrado de la escuela
catalano-mallorquina y viene a culminar en el Atlas Catalán de los Cresques. La
escuela cartográfica de Cresques, fue capitaneada por dos cartógrafos judíos,
padre e hijo, Abraham Cresques y Jehuda
Cresques, cuya autoría del célebre atlas catalán, se les atribuye. Fue una de
las escuelas más importantes de la Baja Edad
Media.
Entramos en el Renacimiento en pleno siglo XV, donde se aprecia una
cartografía fructífera y preciosista. Aunque los Portulanos siguen
permaneciendo hasta el siglo XVII, en esa época se incidió en los mapamundis
circulares, representando el globo terráqueo y la esfericidad de la tierra,
mostrando su incidencia en el Atlántico, mostrando las rutas marítimas de
comercio de las costas occidentales de Europa y África. Durante el
reinado de João I (1385-1433) aparece la Escuela Cartográfica
de Sagres, cuya aportación personal estuvo comandada por Enrique I “El
navegante” (Oporto, 4 de marzo de 1394 - Sagres, 13 de noviembre de 1460),
Infante de Portugal y primer duque de Viseu. El 25 de Mayo de 1420, fue
nombrado Gran Maestre de la Orden de
Cristo, que sucedió a la Orden del Temple, cargo que ostentó hasta su
muerte. Se rodeó de los mejores sabios, cartógrafos, navegantes etc, alentando
las navegaciones exploratorias a lo largo de la costa occidental de África.
Entre las colaboraciones destaca la Escuela Cartográfica
de Cresques, antes mencionada. Por la misma época cabe destacar, las
cartografías de los hermanos Colón y Juan de la Cosa, que acompañó a Cristóbal Colón en su
expedición, como maestre de la “Santa María".
Otra escuela cartográfica importante
que surge en el siglo XVI, es la escuela francesa de Dieppe, famosa por sus
mapamundis o cartas de Dieppe. Tuvieron una colaboración con la escuela
portuguesa, que se plasma claramente en las inscripciones en ese idioma de sus
cartas. Tienen una característica común estos mapas y es la presencia de la Rosa de los vientos. En ellos
se aprecia los intentos de los franceses por conquistar Canadá y de los
españoles por la conquista de Perú. Muy importante la aportación en el siglo
XVI de Gerard Kremer, más conocido como
Gerardus Mercator (5 de marzo de 1512 – 2 de diciembre de 1594), un
matemático, astrónomo y geógrafo que ideó la proyección cartográfica cilíndrica
para elaborar planos terrestres. Fue el primero que ideó la concepción de la
tierra como un globo hinchable introduciéndolo en un cilindro, imprimiendo en
la cara exterior el mapa, lo que se conoce hoy en día como los globos
terráqueos. Así mismo utilizó la palabra atlas para definir a un conjunto de
mapas. Fue amigo y compañero del también cartógrafo Abrahan Ortelius , que en
1570 publicó por primera vez su obra más importante, el Theatrum Orbis
Terrarum. En España en el siglo XVI la escuela de Sevilla produjo el mapa de
Américo Vespucio que dio nombre al Nuevo Continente. Mención destacada en lo
referente al enigmático mapa del almirante turco Piris Reis, fechado en 1513 y
el que se conserva solo un fragmento de lo que podría haber sido un mapamundi,
está elaborado en cuero de gacela. El siglo XVI fue prolífico en expediciones y
descubrimientos.
Hacia la segunda mitad del siglo
XVI en adelante, tomaron protagonismo las cosmografías, que fueron las
precursoras de los grandes atlas. Las
cosmografías eran libros extensamente documentados que abordaban disciplinas en
diversos campos, como la astronomía, matemáticas, geometría, geografía,
historia etc. La primera cosmografía la publicó en 1507 Martín
Waldseemüller. En el siglo XVII evolucionan los cartógrafos extranjeros, para
realizar las representaciones de la Península Ibérica
ya que la participación de los españoles era escasa, destaca en este campo el
cartógrafo Willen
Janszoon Blaeu (1571, Uitgeest or Alkmaar – 21 de octubre, 1638, Ámsterdam),
cuyos hijos Joan Blaeu y Cornelius Blaeu, continuaron su obra a su muerte. El observatorio de París en el año 1667, que
es el más activo en esa época, tiene como meta elaborar el mapa topográfico de
Francia. Aunque sería en el siglo XVIII, el siglo de oro para la cartografía
española, ya en el XVII se crean los centros científicos y de enseñanza como la Real Academia de
Guardamarinas de Cádiz o la
Real Academia de Matemáticas de Barcelona y se fundan el
Observatorio de Cádiz y el de Madrid. Destaca el trabajo cartográfico de Tomás
López, realizando el Atlas Geográfico de España de 1804, donde sus hijos
recogen los principales mapas realizados en el siglo anterior. También realizó
uno de los atlas escolares más antiguos, formado por 27 mapas.
El siglo XIX, fue un período
crucial para la cartografía, solo Francia disponía de un mapa topográfico y la
utilidad militar de dichos mapas, era evidente. Esa necesidad da paso a la
cartografía militar. Para ello se funda en septiembre de 1870 el
Instituto Geográfico y Estadístico bajo la dirección del general Ibáñez de
Íbero, cuya principal misión es la realización del Mapa Topográfico Nacional a
escala 1:50.000. El auge de los adelantos técnicos, permite ya en el siglo XX
la cartografía obtenida por medios aéreos, desarrollándose en el I Guerra
Mundial y perfeccionándose en la Segunda
Guerra Mundial. El lanzamiento de satélites, también permitió
más exactitud a la hora de elaborar cartas más precisas. Los Estados Unidos, lanzaron
en 1966 el satélite Pageos y
continuaron en la década de 1970 con los tres satélites Landsat. Desde 1991, los datos que envían los satélites de radar
europeos ERS1 y ERS2 es almacenada y analizada.
En la actualidad son los sistemas
GIS (Sistemas de Información Geográfica), los que combinan, bases de
datos, estadísticas e imágenes. Son de gran utilidad ya que entre otras aplicaciones,
están disponibles en Internet, en calidad 3D.