viernes, 3 de febrero de 2017

ANCILLA, O DONCELLA DEL TEMPLE

La encomienda de Cressing, era una antigua comandancia del Temple de Essex Inglaterra, donada por la renina Matilda de Boulogne, esposa del rey Esteban  en 1136. En los años siguientes se fueron anexionando nuevas construcciones a la encomienda, con las paulatinas donaciones, convirtiéndose en el asentamiento templario más temprano de Inglaterra. Estaba compuesta por diferentes edificaciones, en las que se encontraban a parte de la casa central, el granero, cervecería, panadería, lechería, herrería, palomar, molinos de agua y de viento, capilla, cementerio y jardines. Originalmente la encomienda tenía una extensión de 14.000 acres, dirigida por un preceptor templario, caballeros, sargentos, capellán y numerosos domésticos que dedicaban su tiempo a la atención y cuidado de las necesidades de los templarios y su vez, supervisaban a cerca de 200 arrendatarios.


Los ingresos obtenidos, se repartían entre la encomienda y a la financiación de las cruzadas en Medio Oriente. Durante el reinado de Eduardo II , la Orden del Temple fue abolida en Inglaterra y la encomienda de Cressing entregada a los Hospitalarios, con todos sus archivos, libros, enseres y efectos personales. Dentro de la documentación de la encomienda, se conserva en los archivos nacionales de Inglaterra con la signatura  “E 358/19” y fechado entre el 9 de enero y el 12 de febrero de 1308 un documento importante, en el que se recoge la asignación de trigo a una doméstica o criada, llamada ANCILLA, por su trabajo de cocinera.

 

 

Este hecho pone de manifiesto, en contra de lo que se piensa de la rigidez de las normas del temple, en las que se prohibía que las mujeres habitaran o trabajaran en las encomiendas que, la historia no es como la cuentan y que la única rigidez la manifiestan los dogmas de historiadores e investigadores, que no pueden admitir que la historia es lo que ha sucedido y no lo que quieren ellos que haya sucedido, para que no se trastoquen sus tesis, durante años rumiadas y no tener que acometer el desagradable trabajo, para ellos, de admitir que están equivocados y que no pasa nada por rectificar. ANCILLA, no solo se dedicó a alimentar al los templarios, durante años, si no que después de la abolición, hasta que cambiaron las normar de administración de la encomienda, siguió haciéndolo.