Es sobradamente conocida la figura de Jesús,en cuanto la tradición
y los escritos bíblicos, nos han acercado a ella. Pero esa es la ficción
canónica, la impuesta. Hay una historia que no se ha contado y que es
radicalmente distinta. Es hora de desvelarla.
Los cuatro personajes, tienen en común, que provienen de las
enseñanzas esotéricas y de la magia egipcia. San Juan Bautista fue el maestro
de Jesús, lo bautizó y ese acto significa que Jesús se puso a un nivel inferior
al de su maestro. Se da la contradicción aquí de que si, como dice la Iglesia, Jesús nació libre
de pecado, no tiene sentido que fuese bautizado por Juan. Los dos tienen vidas
paralelas, puesto que a la par de ser parientes, sus concepciones fueron
anunciadas por entes angelicales, siendo la madre de Juan, Isabel prima de
María, una mujer estéril. La secta de los Mandeos, surgida en Irak, es la que
venera a Juan y le considera el verdadero Mesías. En otro estamento, dicho sea
de paso se encontraba María Magdalena que en un principio acompañaba a Juan, en
calidad de sacerdotisa, venerados los dos con auténtica devoción, como los
verdaderos estandartes de la cristiandad, por Cátaros y Templarios, estos
últimos buscaban afanosamente la cabeza del Bautista, su Mesías, su verdadero
grial, siendo ésta una versión apenas dada a conocer, de las motivaciones de
los Templarios, en su búsqueda incansable. El gnosticismo, es la clave para la
salvación del hombre, sin intermediarios, conocimiento promulgado también por
los alquimistas.. Todo esto se ha castigado durante más de 2000 años y es fruto
de las enseñanzas provenientes de las escuelas egipcias, de las cuales bebieron
estos personajes, llamándoles licenciados de las escuelas esotéricas, cuyos
conocimientos, la ciencia moderna no ha logrado alcanzar. Por lo tanto Jesús no
es el hijo de Dios, no fue reconocido como tal por Juan, ni profesó la religión
judaica, solo era judío de nacimiento. Las rivalidades entre grupos de adeptos
de los líderes espirituales, establecidos en aquella época, eran patentes
puesto que había una marcada competencia entre Jesús y Juan al separarse y
bautizar a adeptos. Esas rivalidades se desataron cuando Juan el Bautista,
nombró como sucesor suyo a Simón el Mago (Simón Bar Kojba).
Nacido en Samaria, predica por todo el mundo, acompañado por Helena, una
prostituta. Obra milagros prodigiosos ante las multitudes tales como, convertir
las piedras en pan, hacer andar a las estatuas, o volar. En una de esas
demostraciones, fue asesinado por apedreamiento por la multitud. Todos estos
hechos son recogidos por varios personajes históricos como Clemente de
Alejandría, que si bien era un detractor de Simón, no dejó de reconocer sus
prodigios. Sin duda fue el más poderoso rival de Jesús. El apresamiento del
Bautista por Herodes Antipas y su ejecución por temores a revueltas políticas,
caldearon los ánimos de los discípulos de Juan, ante la negativa de éste a
ayudar a su maestro para liberarlo de la cárcel y haber impedido su muerte.
Dado que se habían quedado sin guía y que Jesús era su discípulo, habiendo
seguido las mismas enseñanzas de las escuelas egipcias, a regañadientes y con
recelo, no tuvieron más remedio que unirse al grupo de Jesús y sus discípulos.
No menos importante y diferente en sus procedimientos fue la persona de
Apolonio de Tiana, nacido en Tiana (Capadocia), entre los siglos I y II. Tuvo
multitud de seguidores, realizando espectaculares prodigios, ayudando a los
necesitados, curando a enfermos y resucitando a los muertos. Juzgado por un
tribunal romano, se le obligó a declararse culpable, hecho al que se negó
pronunciando estas palabras “no podéis detener a mi alma, ni siquiera a mi
cuerpo” y desapareció ante la estupefacción de todos. Posteriormente se tiene
noticias de su aparición en Creta, donde falleció. Más tarde se apareció a un
joven, que en su día no había creído en la inmortalidad del alma, cuando
Apolonio se lo explicaba. Su nacimiento, denota tintes similares a los de Jesús,
siendo su madre anunciada de su embarazo, por un ser espiritual, durante un
sueño. Fue discípulo de Pitágoras y vivía una vida ascética.
Como se puede constatar, las confluencias de estas vidas son
aplastantes. Esto es un resumen de ello y bien está terminarlo con la frase del
antiguo adagio hermético que dice…
¿Es que no sabéis que sois dioses?
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